
Si partimos de la base de que el lenguaje es el medio de comunicación por excelencia del ser humano hay que admitir que toda valoración que hagamos de la palabra, escrita o hablada, es poca y debemos hacer todos los esfuerzos necesarios para conservarla y perfeccionarla, y más en unos tiempos en los que se está acelerando su deterioro que se refleja especialmente en los medios informativos, especialmente en prensa, radio, televisión, y los nuevos medios tecnológicos. Y este deterioro progresivo puede ser debido, entre otras causas, y según nos advierte el director dela Real Academia Española, José Manuel Blecua, “al fracaso de la enseñanza primaria y secundaria”:
“No hay planes de formación lingüística adecuados, y es prioritario enseñar a leer, a escribir y a hablar porque no están seguros en su lengua, en la escrita y en la oral”. “Uno pone la televisión o la radio, y oyes unas cosas… El fenómeno llega hastala Universidad, y eso demuestra que la enseñanza fracasa en todos los niveles”
La consecuencia de estas carencias las sufre la sociedad entera en todos sus estratos, siendo más llamativas las que se observan en aquellas personas que deberían tener un trato exquisito con el lenguaje, que son un espejo en que los demás se miran, como la clase política y el mundo de la enseñanza, y no es plan ahora entrar en debates estériles sobre la preparación del profesorado, que está siendo utilizada estos días como arma arrojadiza política e ideológica. Sólo vamos a poner unos cuantos ejemplos, recopilados minuciosamente por el profesor de Latín José Palacios, y cómo estos, en algunos momentos de su devenir diario llegan a obsesionarlo provocándole abundantes sobresaltos. Son auténticas patadas al diccionario, a la ortografía, a la sintaxis, expuesto todo ello de una manera amena, con abundantes dosis de humor, y lo que es más importante, solucionadas según las normas de la ortodoxia. Lo hace en forma de carta dirigida a un universitario y donde nos habla “del perverso uso que hacemos de la lengua española, de las coces que, bípedos implumes, propinamos cottidie ( a diario) a nuestra lengua, lo que no debe hacerse,( quod facere nefas est.):
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