![Ramón y Cajal](http://2.bp.blogspot.com/_0DJ0Sp5EDD4/TNBcShA9B3I/AAAAAAAAALA/ovxHWVsRH6s/s1600/ramon-y-cajal2.jpg)
Un navarro con una mente preclara sin duda, premio Nobel de medicina, crítico con las condiciones sociales de su tiempo y con la situación política, como veremos, muy parecida a la actual: los separatismos.
En su libro “El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico”, en el capitulo XII, que titula “La atonía del patriotismo integral” ya trata de la incipiente demanda centrífuga de los nacionalismos vascos y catalán, algo que resurge con inusitada fuerza en nuestros días, una vez que el Dictador se fue y la democracia que lo siguió aparece muy debilitada por la crisis económica y la inutilidad de la clase política en general. En dicho capítulo se refiere al “odio infundado a Madrid”, a las “amenazas del separatismo” y a la “la ingratitud de los vascos” anticipando “tristes presagios”, elaborando un discurso en que ataca las estrategias catalanistas de Prat dela Riba, de la Lliga y los “lligueros”, la falta de visión y la incompetencia de los gobernantes y la falacia de los “secesionistas” cuyas posiciones políticas defendidas desde Vasconia y Cataluña las percibe como “mutilaciones irreparables”
Ramón y Cajal tacha a aquellos dirigentes de avispados caciques que sugestionan a las masas y son capaces de inducirles a levantarse frente a la idea de unidad, suponiendo que lo mejor del pueblo vasco y catalán siente amor hacia España, cuando la causa real es puramente económica ya que el movimiento desintegrador surgió en 1900 y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, con relación a Cataluña, la pérdida irreparable del espléndido mercado colonial. En cuanto a los vascos, proceden por imitación gregaria, y nacionalismo tiene raíces carlistas, especializadas en obtener dinero dela República.
Para evitar el desmembramiento proponía dos recetas: 1º, ”Si yo pudiera retroceder a mis veinticinco años, henchidos de patriotismo, contestaría sin vacilar: la reconquista manu militari, y cueste lo que cueste” y 2º rechazo de la vía de la violencia, porque esta traería el desastre, la bancarrota por eso concluye que tras la balcanización inminente, la separación de las regiones rebeldes debería ser “una separación amistosa y hasta acompañada de algunas compensaciones fiscales”
Para completar esta visión de Ramón y Cajal del problema, en el libro anterior y en la parte segunda, se expresa así –y no olvidemos que lo escribe en 1934, año de su muerte:
«Deprime y entristece el ánimo, el considerar la ingratitud de los vascos, cuya gran mayoría desea separarse dela Patria común. Hasta en la noble Navarra existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien organizado, junto con el Tradicionalista que enarbola todavía la vieja bandera de Dios, Patria y Rey.
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