Y finalmente esas dudas tendrán que resolverlas –como
viene sucediendo últimamente, en multitud de cuestiones- los
jueces.¿Entonces, dice el probo ciudadano desde la barra del bar, donde se discuten los auténticos problemas de la nación y se proponen las quiméricas soluciones, ¿para qué sirve el pastizal que nos gastamos en mantener a 350 padres de la patria –el Congreso- o a los figurantes del Senao –como lo llama Felipe González, a quien hoy se ha referido Carlos Dávil, como el jefe de los GAL, quedándose tan fresco-? Para nada si son los jueces los que tienen la última palabra, aunque estos últimos, los grandes decisores,
también son nombrados por los Partidos que a su vez nombran a los
congresistas y senadores. La gente que frecuenta barra de los bares
sigue sin enterarse de nada.
En resumen: si estas excrecencias batasuneras son elegibles en las urnas y van a tener derecho a la mamurria en las depauperadas ubres estatales,
lo decidirá finalmente el Supremo al que el gobierno le ha enviado la
última patata caliente. Y sobre tan delicado asunto muchos periodistas
pasan sobre ascuas, otros manifiestan su opinión civilizadamente y los
menos, como diré al final, entran en el problema como elefantes en
cacharrería soltando todos los dicterios y soflamas a los que nos tienen acostumbrados, los pobres.
Así Pedro José Ramírez no se cree la conversión de los batasunos en boys scouts.
Cree que lo de Batasuna “no es sincero, sino estratégico” y espera,
candorosamente, que PP y PSOE no empiecen tirarse los trastos a la
cabeza. Por si acaso, pone su granito de arena y dice que las
declaraciones de Mayor Oreja fueron “desafortunadas” y que Zapatero “se
equivocó” al decir aquello de que si Sortu -la nueva Batasuna- hubiera
nacido con Aznar otro gallo cantaría.
Y periodista digital, el diario de Alfonso Rojo, el nuevo enemigo de Pedro J desde que lo aherrojó de El Mundo: “Que no, que no cuela la pantomima. Que estos etarras sin capucha no engañan más que a quien esté dispuesto a dejarse engañar. Claro que si esos portavoces son Rufino Exteberría e Íñigo Iruin,
la novedad suena a trampa, al enésimo disfraz con el que ETA quiere
volver a colarse en las instituciones con un «caballo de Troya».
Tag: política
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