
Aunque podría parecer que tenemos predilección porhablar de actuaciones de miembros en activo o eméritos del episcopadoespañol es algo alejado de la realidad y aunque en los últimos días senote una cierta persistencia en mencionar a algunos de ellos, se debe aque son protagonistas, intencionadamente o no, de la actividad políticaen su vertiente religiosa, o por su decidida intención de intervenir através de unas competencias que supuestamente le otorga el ser miembrosjerárquicos de la Iglesia, apoyada en la tradición de muchos siglos enque han estado cogobernando con el poder civil, en los asuntos de estemundo.
Y así si en los últimos días se han mencionado dos obispos vascos,Munilla y Setién, por la no aceptación expresa y tácita del primero porlos nacionalistas y el emérito Setién, hoy volvemos la mirada aGranada, que aún no se ha recuperado del fiasco sobrelos inexistentes restos de Lorca en el lugar de peregrinación, sobretodo desde que hay democracia, en Víznar, porque su arzobispo requierede nuevo protagonismo por unas explosivas e incendiarias declaracionessobre el aborto y el sistema de gobierno que el pueblo se ha otorgadodemocráticamente.
Y si hace unos meses Javier Martínez opinaba que el uso masivo delos preservativos no ha detenido los contagios del virus del sida enAfrica, sino que lo ha propagado, una realidad que, a su juicio, estáperfectamente constatada, en sintonía con las declaraciones deBenedicto XVI, al que la revista médica The Lancet exigió que seretractara públicamente de unas palabras que tachó de “atroces” ,“culpaba de esta situación a los mismos que degradan sin cesar y sinlímite nuestra propia humanidad y la dignidad de nuestro pensamientocuando deciden promover entre nosotros la banalización absoluta del usodel cuerpo humano y del sexo”, ayer mismo entraba a saco en otro temaque tiene a la sociedad española dividida por tratarse de algo tandelicado y escabroso: el aborto y su nueva regulación.
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