

Santiago Carrillo,
a sus 95 años, con tantos enemigos dentro de su país, al que recuerdan
constantemente, dentro del contexto de la tan denostada Memoria Histórica –que debe ser en ambos sentidos-,
su participación activa en la masacre de Paracuellos del Jarama, de la misma categoría genocida
por los menos que la de la Plaza
de Toros pacense, luchador desde los 20 años contra el fascismo que comenzaba a reinar en
Europa en los años 30 del siglo XX, que sigue conservando vicios tan
nocivos para la salud como el tabaquismo y una clarividencia inusual
para su edad presenta un nuevo libro, “Los
viejos camaradas”, que pretende ser un homenaje a los que le
acompañaron en su lucha, centrándose en particular en las figuras
históricas como Líster,
Modesto, Ignacio Gallego, Tagüeña o Julián Grimau, toda una
generación de luchadores, una “generación
combustible” que
tomó conciencia de patria.
El interés que pueda tener el libro es relativo en comparación
con la disección que hace de los temas de actualidad un hombre “que ha
distinguido la luz aunque estuviera muy lejos”, sus 95 y “la maleta de
memoria histórica del siglo XX”.
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