
Miguel de Cervantes, Jean Genet, Burroughs y Anne Perry
Todo el mundo es susceptible de ser delincuente, o falso delincuente, o delincuente hasta que el señor juez, también a su vez capaz de delinquir como vemos a diario, en quien la sociedad delega tal misión, tan alta y tan cargada responsabilidad, decide lo contrario. Cualquiera puede ser hasta que no se demuestre lo contrario un vergonzante infractor de las leyes si, por ejemplo, en un momento dado es objeto de una falsa denuncia o ser metido en la cárcel ipso facto, por la denuncia de dos malos estudiantes suspendidos por el profesor y al que acusan de abuso sexual, y podíamos hartarnos de poner ejemplo. Después viene los picapleitos enredando las cosas hasta que el juez, que no es Dios que todo lo ve, tiene que dar el martillazo encima de la mesa dictando sentencia sobre lo que a él le parece que ha sucedido y que muchas veces no se adecua a la verdad.
Todo el mundo puede en algún momento de su vida ingresar en la trena por razones inverosímiles, todo el mundo incluido el gremio de los escritores, algunos tan excelso como Cervantes, puede ir a la mazmorra por motivos menores, como puede ser uno robo o por ser un asesino en serie. De ello les muestro algunos ejemplos:
Miguel de Cervantes, que padeció cinco años de cautiverio en Argel, un matrimonio desdichado y numerosas pendencias literarias, fue comisario real de abastos fue encarcelado en dos ocasiones por supuesta estafa a causa de la huida del banquero que guardaba las recaudaciones. Finalmente probó su inocencia
A François Villon , el mejor poeta francés del siglo XV, se le adjudica el asesinato del religioso Philippe Sermoise, un rival de amores, participación en el hurto del Colegio de Navarra y múltiples sus fechorías en el valle del Loira. Fue torturado y condenado a la horca, aunque se le conmutó la pena por 10 años de destierro de París.
Ben Jonson, uno de los padres del teatro inglés , fue encarcelado por matar al actor Gabriel Spenser en un duelo.
Thomas Chatterton :con once años falsificó su primera obra maestra del medievo, la égloga Eleonure y Juga, a la que siguieron más y acabó envenenándose con apenas 18 años.
Thomas Griffiths Wainewright, “pintor, escritor y asesino” fue conocido como el envenenador de Londres: celebrado por la élite cultural de la época, hizo un seguro de vida a su cuñada por 18.000 libras meses antes de que muriese, por casualidad, envenenada. El problema fue que le encontraron considerables dosis de estricnina y la policía acabó descubriendo que había asesinado también a su hermano, a un tío y a su suegro.