(Colaboración de José María Izquierdo)
Pasen, pasen, no se queden en la puerta…
Hoy le decía al fantasma de Jorge Manrique, que se me ha acercado en una reunión de lecturas selectas que han organizado en la fantasmagoría, fíjense para qué cosas ha quedado uno, que me había impresionado mucho esa poesía suya que nos ha leído, concretamente la que decía “cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”, que miraba yo mi despacho, mientras me tiraba del abrigo este, y notaba como un nudo en la garganta… Le ha emocionado que le felicitara, y ha intentado largarme las coplas enteras, tantos siglos sin hablar, que yo creía que eran cosa de poco, pero cuando ya llevaba una decena de ellas le he interrumpido: ¿Y quedan muchas, don Jorge? No, no, me contestaba, si solo son cuarenta estrofas de pie quebrado, que fíjese, además, se trata de una sextilla doble, unos octosílabos y otros tetrasílabos… Le he dicho que me llamaba el fantasma de Cervantes, y ahí no ha podido decir nada, así que he abandonado la reunión, que tampoco es cosa de sufrir por sufrir. Bastante tengo con lo mío.
Por eso echo la vista atrás de vez en cuando, que hoy he vuelto a ver a Floriano, con esas corbatas y esas camisas, que charlaba con González Pons, esas camisas y ese bronceado, y se me ha puesto un humor de perros. ¡Qué tiempos aquellos del aznarato! Y no es que tenga queja de Rajoy, no, qué va, si a Mariano con tal de que no le molestes, ya vale. Tú, a lo tuyo, me decía Mariano cuando iba a preguntarle algo. Deja eso ahí y no te preocupes. Sigue, Luis, sigue, que aquí te apreciamos mucho. Y era verdad, que si Álvaro, que si Javier, campeón, cómo lo llevas…