
Asistieron al acto el ex presidente del Gobierno Felipe González junto al ex primer ministro francés Dominique de Villepin y los ministros de Cultura de Francia y España, Frédéric Mitterrand y Ángeles González-Sinde, sus nietos, el filósofo Alain Minc, Costa-Gavras, los exministros Bernard Kouchner, Carlos Solchaga y Claudio Aranzadi, los filósofos Bernard-Henri Lévy y Regis Débray. Su hija Dominique recibió la medalla de las Artes y las Letras concedida por la ministra de Cultura.
Anne Hidalgo,
vicealcaldesa de París, nieta de republicanos españoles, describió a
Semprún, simplemente, como un ejemplo personal: “Me enseñó que se pueden
tener dos lenguas maternas, que se puede amar a dos países, sin que eso
sea un problema o una tragedia”.
En el cementerio de Garentreville reposará junto a su esposa Colette y será envuelto en una tercera bandera sin territorio: la republicana.
De tan gran hombre rescato dos intervenciones suyas, una de 2009:
«La
reconstrucción de la democracia en España ha hecho triunfar los valores
democráticos que eran los valores de los vencidos en la guerra Civil» y
otra de 2010 perteneciente al discurso pronunciado en el 60
aniversario del campo de Buchenwald, en dónde fue huésped:
«Hoy,
tantos años después, en este dramático espacio de Buchenwald, en la
frontera última de una vida de certidumbres destruidas y de ilusiones
que he preservado contra viento y marea, permítanme un recuerdo sereno y
fraternal hacia aquel joven que con 22 años portaba una bazuca en sus
manos»
Pero no todos son unanimidades hacia su figura. Fíjense los piropos que salen de la carcundia, del desbocado y multidoctorado César Vidal, en La Razón:
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