
Son las cosas de la justicia. Por no guardar las formas, por grabar conversaciones entre los encarcelados de Gürtel y sus abogados, el Supremo lo ha condenado por unanimidad a 11 años de inhabilitación, casi matemáticamente lo que le falta para su jubilación, aunque todavía, si encuentra un gobierno favorable, le puede ocurrir como a Gómez de Liaño, aquel juez prevaricador que fue indultado y que incluso un tribunal de Estrasburgo le dio la razón en parte. Se avecina una fuerte reacción internacional –y dentro del territorio nacional- que suponemos hará mella finalmente en el gobierno de turno.
Pero hoy es día de muchos brindis, de muchas copas, casi como ocurrió con el óbito en la cama del general Franco –del que Baltasar pidió hace poco una fe de vida o, en su caso, una partida de defunción.Es pues hoy un día de mucho regocijo entre los falangistas y los miembros del sindicato ultra Manos Limpias que lo sentaron en el banquillo; entre los innumerables comandos de ETA que detuvo; entre los chorizos de la trama Gürtelque verán que muchas pruebas en su contra no serán tomadas en consideración por aquello de las escuchas; entre sus compañeros magistrados, muertos de envidia por el relumbrón del juez estrella; entre los sociatas a los que metió en la cárcel por lo del Gal y de la que se libró milagrosamente el señor X; entre la parentela del general Pinochet; entre la derecha española más rancia y casposa (ESPE acaba de decir que se alegra de la sentencia que demuestra que vivimos en un “estado de derecho”). Incluso Camps se habrá alegrado: él absuelto y el que ha investigado a sus amiguitos del alma de la Gürtel, a la puta calle.
Como ven ni una sola consideración jurídica sobre el caso -por incapacidad manifiesta del posteador-, solo personales o muy sui generis. De hecho no estoy dispuesto a tragarme los ríos de tinta, reales o virtuales, que van a correr en torno a esta decisión judicial. Si acaso les dejo una impresión de Jiménez Villarejo que acusa al Supremo de “ser una casta al servicio de la venganza” o de Martín Pallín : “la sentencia es un “brindis a la caverna, para eso “no hacían falta 70 folios” y la que más valoro por su sinceridad, coraje y emotividad: una carta dirigida por María Garzón Molina, hija del juez recién defenestrado, a todos aquellos que hoy brindarán con champán por la inhabilitación de Baltasar Garzón:
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