Desde ayer tarde, las 8,40, en que se produjo el accidente, el número de heridos y fallecidos no ha hecho más que aumentar: en la última actualización se cuentan unos 140 heridos y 77 fallecidos. Es decir que se han visto afectados prácticamente la totalidad de los pasajeros, unos 222.
Nuestro más sentido pésame a las víctimas y a sus familiares, aunque en realidad todos en mayor o menor medida somos partícipes del ingente dolor que ocasiona una catástrofe de tal calibre, la segunda en magnitud ya que en 1944 se produjo otra en un tren que se dirigía también a Galicia en que hubo 500 muertos, algo que fue silenciado todo lo posible por la férrea censura franquista.
Es el primer accidente que se produce en una línea Ave, después de su puesta en marcha en 1992 y la lógica dice que, descartado un atentado terrorista, se ha debido a un fallo humano, a un exceso de velocidad. A la espera de la confirmación oficial de esta circunstancia podemos incluir aquí una información que publica El País:
Uno de los maquinistas del tren Alvia que descarriló ayer en Santiago de Compostela quedó atrapado tras el accidente en la cabina del convoy. A través de la radio con la que se comunica con la estación, cuando aún no sabía siquiera si había fallecidos, hizo un relato de lo que acababa de suceder. Expresó que le dolía la espalda y las costillas y que no podía salir. “¡Somos humanos! ¡Somos humanos!”, repetía. “Espero que no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia”. El conductor dijo que el tren había tomado la curva a 190 kilómetros por hora; después habló de 200, pero luego volvió a decir que, al entrar en la curva, el tren iba a 190 kilómetros por hora.
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Velocidad excesiva: 190