
Nunca nuestros gobernantes han sido tan proclives a los eufemismos. El último: llamar ayuda a lo que es un rescate en toda regla, cuyas consecuencias sufrirán los de siempre. Y no es por acollonar, pero con la noticia que ahora mismo escupen los teletipos –disculpen la cursilería idiomática- acerca de que “el Eurogrupo, en un acuerdo sin precedentes, aprobará una ayuda -prestará- al sistema financiero de hasta 100.000 millones después de que España lo pida” o “Bruselas ofrece a España un límite máximo de 100.000 millones para el rescate bancario” , en un principio, y para calmar al personal, pronostican los expertos que los depósitos de los clientes de los bancos están asegurados aunque las acciones obtendrán menos rentabilidad. Y para el ciudadano “tieso”, que es mayoría, más recortes de gastos y nuevas subidas de impuestos.
Aunque nos dicen que España es muy diferente de los países ya rescatados, no está de más que echemos nuestras barbas a remojar porque la economía griega, que en mayo de 2010 recibió su primer “rescate”, votó un plan de austeridad fiscal. Para el segundo tramo, el Parlamento helénico votó un segundo cóctel de leyes que apretaban aún más el cinturón de su economía: reducción del salario mínimo, baja el gasto público y despidos de empleados estatales.
En Irlanda, que es ejemplo del buen rescate, la intervención externa en la política económica nacional dejó a los ciudadanos en estado de ‘shock’, la ciudadanía, sobre la que ha caído gran parte del peso de los recortes, ha aceptado las durísimas medidas de austeridad aplicadas por el Gobierno y su compromiso para rescatar a los bancos. Entre los planes del Gobierno está eliminar 23.500 puestos de funcionario hasta 2015.
Continúa leyendo...