En estos momentos en El Intermedio se nos habla del escrache. Es un tema de moda que ya tratamos antes de Semana Santa afirmando que, debido al descontento reinante a todos los niveles - Economía vaticina que las familias españolas tardarán “años” en “lanzarse a gastar”- el verbo escrachar se estaba conjugando en demasía y practicando de lo lindo. Una consecuencia del fenómeno, además de lahumillación y el miedo que se les refleja en el rostro a los escrachados es el diferente enfoque que se le da, desde una cierta comprensión hasta una abierta intolerancia, caso de Edurne Uriarte que afirma que ”las hordas de Ada Colau, grandes escrachadoras, no son fascistas, son comunistas, en todo caso. Y tienen mucho más éxito social que el fascismo” Y si se le preguntaba a Arcadi Espada por el fenómeno afirmó en Gente que va a tu casa:“Me dijeron ayer en la radio: «¿Está usted comparando el escrache con el terrorismo?» Tuve que defenderme: «¡No, no lo comparo!
El escrache es terrorismo».Hoy Javier Pérez de Albéniz se suma al apasionante debate y lo hace de esta guisa:
“Un presidente del
Gobierno que miente repetida y descaradamente, incumpliendo tanto su programa electoral como su compromiso de transparencia, es el representante legítimo del pueblo. Un presidente de la
Xunta que se reúne con un narcotraficante en el yate de este último es un adalid de la democracia. El presidente de un banco que quiere poner en la calle a la familia del trabajador en paro, porque no puede afrontar el 25% de la hipoteca que le falta por pagar, es un emprendedor. El rey que ama tanto España como para cobrar comisiones y tener cuentas en Suiza es un garante de las libertades. El ciudadano que por la calle llamé
“¡sinvergüenza!” a cualquiera de los cuatro individuos anteriormente citados es un peligro social, un acosador y un filoterrorista.
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