Es la España nuestra: conversaciones poco ejemplares
Díaz Ferrán puede ser uno de los arquetipos del defraudador español, un tipo que, en teoría cobraba 100.000 euros al mes del empresario valenciano Ángel de Cabo y que el año pasado le salió la Declaraciónde la Renta “a devolver” consiguiendo 2.052,47 euros. Para ello ocultó lógicamente en su declaración los 8 millones de euros recibidos a cambio de la transferencia de
los activos de sus empresas y sus bienes personales y familiares para
escapar de los acreedores. Por todo ello ha ingresado en Soto del Real,
habiendo sido cacheado previamente, revisado médicamente, y recibido un
kit de higiene con un peine, preservativos –ya se sabe por las
películas los peligros y ocasiones de la cárcel-, jabón, cepillo y
pasta de dientes.
Pero no hay que rasgarse mucho las vestiduras porque es posible que en la España de hoy haya centenares de miles de diazferrán
desperdigados por la vieja piel de toro, incluidas las comunidades y
provincias levantiscas, a juzgar por las conversaciones que se oyen en
las cantinas, bares, tascas, tabernas y colmaos, y cuyo prototipo puede
ser este dialogo -o monólogo- estándar que todos hemos escuchado hasta
la saciedad, e incluso participado activamente, porque el que esté libre de pecado fiscal – venial o mortal- que tire la primera piedra.
Si después de leer la reproducción no enrojecemos de vergüenza, propia o
ajena, es que nos hemos convertido en unos seres insensibles o estamos a
punto de ingresar en la cofradía de los diazferrán:
“-¿Qué vas a tomar?
-Una Alhambra especial
-Por favor, dos Alhambras especiales
-Oye, ¡cuánto tiempo sin vernos!
-Sí, ya era hora que echáramos unas cervezas y charláramos.
-¿Cómo te va?
-No me puedo quejar. Sigo aún con el taller en el pueblo. ¿Y tú?
-Bueno, pasé por el tribunal médico y me
dieron la invalidez gracias a Juan Sola, el abogado del pueblo, pero
sigo atendiendo el negocio con mi mujer aquí en la capi