Crónica extradeportiva de la final de la Copa del Rey


Algún tertuliano del mediodía lo había anunciado: había consignas degrupos independentistas, de radicales radicados en ambas comunidadesautónomas que presentaban equipo para la disputa de la Copa del Rey,de que recibieran el himno de España con silbidos, e incluso llegaron arecomendar que en el momento sagrado laico en que éste comenzara asonar se le volviera la espalda, recomendación – la de los pitidos-quefue seguida por gran parte de los hinchas asistentes al partido de fútbol.
Este momento bochornoso para cualquier país sin embargo fue hurtadoa los ojos y oídos de todo el mundo por los desvelos de TVE, lo que nohará que nos rasguemos nuestras sacrosantas vestiduras democráticas. Loúnico que recomendamos a nuestros solícitos gobernantes es que learrimen más pasta a tanto descontento a ver si así se sacian. Desdeluego han demostrado no tener ningún aprecio a los símbolos de unaNación de las que ellos forman una parte tan fundamental. Lo malo deesto es que es muy difícil que se rompan los Estados con centenares deaños de existencia y así los que aspiran a vivir pacíficamente tienenque soportar convivir en la misma Nación con tales especímenes sinpoder enviarlos al carajo por los siglos de los siglos. Amen.
Pero no sólo hubo silbidos, sino que traían tal cantidad debanderas, estandartes, lemas, consignas que nos negamos a reproducir:le dejamos tal labor a los recortes de prensadigital que ya han ido apareciendo. Del resultado del partido sólosabemos que ha perdido, curiosamente, el que tenía en sus filas másespañoles.
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