
Lo es por motivos de sobra conocidos y se ha convertido, desde la cacería en Bostwana, que acabó finalmente con el Rey en el hospital de San José de Madrid en el quirófano de traumatología, en objeto de estudio, con una mezcla a partes iguales de morbo y curiosidad, a lo que acompaña que sea un “monumento de mujer”: rubia, bella, con una estilizada silueta, de gustos sofisticados y acostumbrada a moverse en los más exquisitos salones.
Y se han ocupado de ella incluso medios de la ultraderecha, caso de La Gaceta , en la que escribe Abigail Campos que el título nobiliario que utiliza sin rubor y su indiscutible buen físico le abren paso en los círculos sociales más restringidos, acompañada además de inteligencia, elegancia y saber estar.
Trata de ella, con gran amplitud, la prensa extranjera. En concreto en La Stampa, se puede leer:
“En España hay dos reinas: la oficial, Sofía, de 73 años, casada desde 1962 con el rey Juan Carlos; y la oficiosa, la provocante y rubia princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein, de 46, separada y amante desde hace cuatro años del soberano más tombeur de femmes de Europa”.
“Corinna Larson, su plebeyo nombre de soltera, nació en Ditzingen, y se ha vuelto de sangre azul gracias a su segundo matrimonio, en 2000, con el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein. Hace años que vive en Madrid con sus dos hijas. Es la aristócrata que acompaña al Rey en los viajes y hasta lo representa en el extranjero”, extremo este último que ha sido desmentido en la Casa Real, en la que ha entrado como elefante –y disculpen que mencione este animal pero es el que está en el dicho- en cacharrería.
Tags: política, sociedad
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