Así bautizan los ultras –con la desvergüenza que los caracteriza- a los manifestantes que, en 57 ciudades de las más pobladas del país, recorrieron sus calles en son de protesta por las últimas tremendas reformas que Rajoy ha aplicado al pueblo soberano, con la esperanza, se supone, de calmar a los hambrientos mercados y a Ángela Merkel, la nueva dama de hierro que gobierna Europa y sin ninguna garantía de que ello vaya a ocurrir. De hecho las leyes laborales que han sustituido si funcionan en otras partes de España con un régimen fiscal diferente, con menor población, con gran concentración de industrias y tecnología, algo que han propiciado los gobernantes de todos los tiempos: el paro es casi una tercera parte
del que se da en otras zonas del país tradicionalmente explotadas y
aún en manos la mayor parte de sus recursos de aquellos descendientes
de los conquistadores, además de haber provisto de mano de obra barata a
esas zonas, que siguen pidiendo más y más..
Pero no nos desviemos: no solo los ultras la han tomado con los sindicatos como organizadores de las manifestaciones.
La caverna sin excepción las minusvalora. Así La Razón:
“Fracaso del pulso al Gobierno: sólo 275.990 personas marcharon
contra la reforma laboral” –ni una más ni una menos, tal precisión
parece un cachondeo-; Isabel San Sebastián afirma “que
ha oído decir a algunos que las marchas celebradas ayer en toda España
invalidan el decreto aprobado por el Gobierno de Mariano Rajoy”; Alfonso Merlos:
“El escandaloso caso del señor Martínez, que sólo a un puñado de
ingenuos debería coger con el paso cambiado, revela la pura corrupción y
el indubitado fraude de unos sindicatos verticales, de clase y que
atufan a tardofranquismo (…) ¡Vaya chollo y vaya cara! (…) Ni a Toxo, ni
a Méndez ni al bienpagado Martínez les quitan el sueño quienes se
desloman desde las seis de la mañana con el primer toque de sirena en la
fábrica”.