El gran novelista que es Arturo Pérez-Reverte sin adscripción política definida y con un estilo literario muy personal, basado en un gran dominio de la lengua y peculiar sentido del humor, con el que construye un variado universo de ficción es quizá uno de los escritores vivos que gozan de más favor popular, lo que se traduce en que los libros vendidos se cuenten por millones.
Junto a sus libros y seguramente como desahogo personal escribe artículos en la prensa y ahí su estilo literario desemboca en un costumbrismo y casticismo que no deja a casi nadie indiferente, sobre todo por el empleo de un vocabulario tabernario o el que la gente no pacata utiliza en el día a día. Quizá por ello lleguen sus comentarios sobre la actualidad a millones de personas que suelen reproducirlos y difundirlos via Internet. Y él mismo, vía twiter, el ‘microblogging’, se ha incorporado a las nuevas tecnologías para difundir su curioso ideario y contundentes opiniones y, como con sus libros, ha conseguido dar en la diana de la actualidad.
Llevamos unos días en que las conversaciones, las tertulias, los editoriales están polarizadas en torno a lo que el desvergonzado alcalde de Valladolid ha dicho de su oscuro de deseo que es doña Leire y las inmisericordes palabras que dedica al bueno de de Moratinos por sus sollozos –o su fluir incesante de lágrimas durante los días de homenajes y despedidas- o porque no se retiró antes. Por las palabras de Pérez Reverte nos damos cuenta de que el ex ministro de Exteriores no le caía bien y que, por lo menos en este asunto, se ha alineado sorprendentemente con las tesis de la derecha extrema tan bien representadas en Intereconomía, en la que curiosamente trabajan viejos socialistas como Pablo Castellanos y Cristina Alberdi.
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