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“Y lo que ahora nos espera “, es el título completo del artículo que el alemán Marcus Pucnik, periodista y analista, dedica a los “hechos” del domingo, con los que una minoría de 1/3 pretende imponerse a los 2/3 restantes. En otros procesos similares por ilegales, como el de Kosovo, el 80 % de la gente votó la escisión, no reconocida por muchos países entre ellos España. En otros procesos legales, los más conocidos son Quebec y Escocia, el porcentaje de votantes está entre el 80 y 90%. Si algún día se pudiese hacer un referéndum similar en los antiguos condados catalanes, se supone que las cifras de concurrentes a las urnas serían parecidas, y seguro que habría muchas sorpresas para los Mas, Jonqueras y Herrera de turno.
Mientras llega este momento es bueno que no se hayan salido con la suya con las competencias de Justicia. ¿Se imaginan si tuvieran estas cómo camparían a sus anchas los Pujol y sus monaguillos, con Arturet a la cabeza?. Hasta el alemán Pucnik lo adivina:
“Por último, y para completar el panorama, controlar Justicia significaría impunidad. Control, dinero e impunidad dan un poder casi absoluto. Añádese a esto la tan deseada “hacienda propia” del “pacto fiscal” de Mas, y téngase miedo, mucho miedo”
En fin, este es el artículo:
“Fue divertido. Detalles como cuando Joan Herrera dijo que eso no sería un voto, pero que participaría igualmente, y Forcadell agradeciéndole su voto, no tienen precio. Pero dejémoslo todo atrás: el tema ha muerto. Que un 30% haya ido a votar después de tantísimo esfuerzo (la montaña que parió un ratón) evidencia que debemos dejarlo descansar en paz.
Muchas comparaciones se han hecho con elecciones del pasado. Aquí va la mía: en 1991, los albaneses de Kosovo organizaron un referéndum, también desde la ilegalidad y en contra de la voluntad del estado. La participación fue de más del 80%, con prácticamente todos los votos a favor de la independencia. Si un pueblo quiere, puede. Hasta sin TV3.
Los albaneses de Kosovo organizaron un referéndum, también desde la ilegalidad y en contra de la voluntad del estado. La participación fue de más del 80%, con prácticamente todos los votos a favor de la independencia. Si un pueblo quiere, puede. Hasta sin TV3
Estamos ya en la Cataluña post-separatista y es tiempo de dirigir la mirada hacia adelante. Artur Mas ha sufrido una derrota social, pero ha ganado su especial pugna política, que le ayudará ya en las municipales de mayo.
Rajoy, que en connivencia con el PSOE dejó hacer, gana lo suyo. Le conviene que gobierne un partido hermano en Barcelona, que ahora puede continuar en su esfuerzo de reconducir la política catalana otra vez hacia el autonomismo.
Pero no puede ser un autonomismo a la vieja usanza. Estos tiempos también se han acabado. Nos tenemos que preguntar: ¿De qué autonomismo se trataría? Ya hace meses que se habla de “blindar” competencias. Desde el plano internacional también se espera una ampliación de las competencias de la Generalidad, para zanjar el tema. Y, por supuesto, CiU quiere el poder. Si puede cumplir con sus objetivos sin tener que crear un nuevo estado, empresa costosa y arriesgada, tanto mejor.
El separatismo ha muerto, el nacionalismo está más vivo que nunca. Representa un riesgo para el ciudadano del que me temo demasiado pocos aún son conscientes.
El nacionalismo catalán ha mostrado que tiene una extraordinaria habilidad de pervertir todo concepto positivo. “Democracia” y “libertad” se han convertido en irresponsabilidad y la ley del más fuerte. Así seguirá siendo.
Soy alemán; republicano y federalista. Me parece del todo positivo que las entidades federales tengan ciertas competencias, precisamente aquellas que mejor se gestionan lo más cercano posible al ciudadano. Educación, servicios y justicia, por ejemplo, son tales competencias. Cataluña las tiene, por lo menos en gran parte. Si estas se “blindaran” ante cualquier influencia del gobierno central, lo que podemos esperar de sucesivos gobiernos nacionalistas no es una mejor gestión, sino su perversión. De cada una de estas competencias sacaría provecho. Veamos.
Educación (y también los medios de comunicación públicos) en manos nacionalistas significan el control del pueblo, el control ideológico. Este es un hecho ya asumido, conocemos las consecuencias y las sufrimos cada día.
Servicios como Sanidad o el agua en manos de un nacionalismo del que aún ni sabemos bien lo corrupto que es realmente, aunque sí nos hemos podido hacer una idea escalofriante, significan dinero. Sacar tajada en cada operación.
La separación de poderes y el estado de derecho son conceptos ajenos a la mentalidad nacionalista
Por último, y para completar el panorama, controlar Justicia significaría impunidad. Control, dinero e impunidad dan un poder casi absoluto. Añádese a esto la tan deseada “hacienda propia” del “pacto fiscal” de Mas, y téngase miedo, mucho miedo.
Estas serían las consecuencias perversas de la aplicación de unas ideas en principio positivas en un entorno como el actual, y esto es lo que se nos avecina si no estamos muy al tanto. En la campaña que nos ha ocupado en los últimos años hemos podido comprobar que la separación de poderes y el estado de derecho son conceptos ajenos a la mentalidad nacionalista.
Por supuesto, hay que encontrar una manera de salir del presente conflicto institucional. Se usa la palabra de la “singularidad” catalana, y es ciertamente bueno y necesario respetar a las minorías culturales. Pero ojo: en la física, una singularidad es un agujero negro.
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