
Da gusto leer a Antonio Burgos cuando se le ve liberado de sus demonios familiares, de su visceral aversión hacia los sociatas sobre todo hacia las hembras con responsabilidades de gobierno: Carme, la del Bombo, la Aido, ex ministra de Igual-da, entre otras. Qué gozo da leerle cuando deja a un lado las miserias de la gobernanza
del país a cargo de los sociatas y entra en el maravilloso mundo de la
literatura de Vargas Llosa, haciendo un magistral comentario de su Discurso de recepción del Nobel de literatura en la Academia sueca, haciendo un símil con aquel otro que el escritor leyó en el año dos mil, el pregón de la Feria de Sevilla de aquel año, o haciendo un recorrido por el apellido Vargas del escritor y sus connotaciones taurinas y flamencas o fabulando que el escritor se llevó a Estocolmo el silencio de la Maestranza de Sevilla con la forma de la montera de Curro Romero.
No
puedo ceder a la tentación de desgajar del artículo, que merece ser
reproducido completo, el párrafo que Vargas Llosa dedica a los toros y
uno, que no es muy aficionado a la fiesta, se lo ofrece al Parlament y a los aficionados de la región catalana que son multitud y obligados a partir de 2012, creo, a emigrar a Perpiñan, como sus padres y abuelos hacían antaño para ver el último tango, el de la mantequilla:
«Entre
todas las artes, acaso la más difícil de explicar racionalmente sean
las corridas de toros, una fiesta que conquista las emociones y
sensaciones, esa facultad de percibir lo inefable, lo innominado, que
fraguan la sensibilidad y la intuición, exactamente como ocurre con la
poesía o la música».
Y esto es lo de Antonio Burgos, al que zahiero con cierta frecuencia por desperdiciar a su vez su arte alineándose y alienándose con tanta fruición y dedicación con la derechona:
Tags: literatura, sociedad
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