Francisco Javier López Álvarez (Portugalete, País Vasco, España 4 de octubre de 1959), conocido como Patxi López, tomará hoy posesión como lehendakari en la Casa de Juntas de Gernika. Prometerá el cargo en lugar de jurarlo y lo hará sobre un ejemplar del Estatuto de Gernika y no sobre la Biblia. También suprimirá la referencia religiosa usada por todos los lehendakaris del PNV: “Ante Dios humillado…”.
A la toma de posesión se ha invitado por primera vez a representantes de las asociaciones de víctimas del terrorismo, de los sindicatos y de la patronal vasca, así como a presidentes de comunidades autónomas. En representación del Gobierno acudirán la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega y el vicepresidente de Política Territorial, Manuel Chaves.
Pero, ¿quién es éste-como diría Arzalluz- que con tan poco pedigree vasco en sus apellidos ha osado ascender a la lehendakaritza ?, ¿alguien similar al charnego Montilla?. Los temores de los batzokis y las cuadernas institucionales del nacionalismo se han confirmado y la profanación se ha consumado: va a haber un lehendakari que no reniega de su condición de español.
Pero este vasco de apellidos tan sospechosos para los descendientes de Sabino Arana, que decía que los españoles se lavaban una sola vez en la vida , cuando a los combatientes vascos las mujeres le llevaban una muda semanal a las trincheras, al contrario que Pepe Montilla nacido en la campiña cordobesa, este López sí nació en el País Vasco, en el seno de una familia obrera, oriunda de Las Encartaciones, Enkarterriak, una comarca de Vizcaya, en el País Vasco (España), que ya estaban por allí mucho antes de que el escritor romántico Agustín Chaho, suletino, inventara la leyenda de Aitor (1858), el dios patriarca de los vascos, e instaurara así el mito fundacional de las siete provincias de Euskal Herria. A pesar de todo esto en el imaginario ideológico nacionalista, Patxi López carga con el doble estigma de un supuesto origen familiar foráneo y de la pertenencia a un partido político advenedizo, ajeno en realidad al “sentimiento” y a la “esencia” del país.
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