Bueno, afirmar esto es algo exagerado porque elestadio no era un terreno quemado, ni había armas disparando, nifrancotiradores, pero por ahí se empieza. ¡A quienes se les ocurre,almas de Dios, descendientes algunos de aquellos tercios que en su díasembraron el terror por tierras belgas y holandesas, entonar talcántico que Manolo Escobar, el que perdió el carro, el delporompompero, inventó y puso de moda en la Europa profunda, dondenuestros emigrantes, huyendo del paro y de la miseria de los añossesenta, cuando Franco abrió la espita que permitió que poco a poconuestra economía se fuera saneando con los marcos y francos que nosenviaban!
Los descendientes de aquellos nos han devuelto lapica que clavamos en aquellas tierras, donde el miedo cerval a lostercios se ha transmitido a lo largo de los siglos, y la han clavado enforma de un cántico de exaltación donde más les duele: en la catedraldel fútbol, en el españolísimo San Mamés, de Zarra, Panizo y Gainza quetantos días de gloria dieron a la España futbolera, pero donde, desdeque ha gobernado el separatismo peneuvista, no han sido capaces deguardar un minuto de silencio ni un pobre padrenuestro por losnumerosos muertos provocados por los coches-bomba o los tiros por laespalda. Decían los jerifaltes del club que no querían politizar eldeporte y se quedaban tan frescos.
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