
He elegido como alguien favorable al matrimonio homosexual solamente a Luis García Montero. En su artículo El orgasmo constitucional afirma:
“La lección de los gays y lesbianas va más allá de la simple defensa de un derecho personal. En su reivindicación hay implícita una defensa del Estado, algo significativo en un tiempo en el que los poderes financieros atacan a la democracia, adelgazan los controles públicos e imponen la mentalidad del más fuerte, la soledad criminalizada de la víctima, el sálvese quien pueda y el cada uno a lo suyo. Fotografiar los besos en la boca delante de un juzgado matiza además la defensa del espacio público y la conduce hasta la transparencia, más allá de la oscuridad y la hipocresía, allí donde las leyes pueden coincidir con la vida cotidiana de los ciudadanos.
En España, país frailuno y por tanto hipócrita, conviene defender al Estado desde las sábanas y los orgasmos. Y no sólo por el pensamiento tradicionalista y clerical, que siempre necesitó hundir lo público para defender sus privilegios, sino también por algunas formas de innovación que a veces se extienden, muy orgullosas ellas de estar inventando el Mediterráneo, pero repitiendo en el fondo viejas querellas que han marcado los debates políticos desde el siglo XIX. El panorama de corrupción, mentira y estructuras cupulares que domina la vida oficial ha facilitado el desprestigio del Estado, el lema de que todos son iguales, la idea de que votar no sirve, el descrédito de la política y el parlamento”.
Entre los detractores citaré a algunos más, el de más graduación es el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia EpiscopalEspañola (CEE), Antonio María Rouco Varela siempre alerta contra el matrimonio homosexual que contribuye a que la cultura familiar esté “gravemente herida” en España por el alejamiento de Dios, por el individualismo hedonista y el positivismo jurídico. Ayer sus obispos se pusieron frente al TC afirmando que “el matrimonio gay es injusto”pidiendo una modificación “urgente” de la ley porque “los españoles han perdido el derecho de ser reconocidos como esposo o esposa”.
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