
Alipio es ese amigo fiel, el amigo de verdad que todos desearíamos tener, con quien compartir sin miedos ni temores nuestros más íntimos pensamientos. Las Cartas a Alipio son el testimonio de esa “amistad” de José Palacios con su Alipio particular, tejida y desplegada a lo largo numerosas epístolas y que hoy retoma. Con la excusa de discernir el uso correcto de tal o cual término, el autor comparte con nosotros su personal -a menudo descarnada- visión de un mundo que cada vez se nos hace más difícil de entender.
José Palacios Royán
“Hay que liberarse de la cárcel de los intereses y de la política”. Epicuro, G. V. 58.
Querido amigo:
Te escribo en las Kalendas de mayo, en el día del trabajo. Parecía que iba a llover, pero el sol ha batido en retirada a las nubes, que se van. No se va la negra calígine que tapona los ojos de quienes se pregonan defensores de nosotros; al menos, de la mayoría. La perversa ambición, que ciega al ambicioso.
Mientras llega la “repesca” de Junio, hablemos nosotros de aquellas cosas de las que
hablábamos, Alipio, ahora que, por fin, has vuelto y me preguntas. Mira, a los humanos de mis años
se nos decía que España es una “península”; o sea, “una porción de tierra rodeada de agua por todas
partes menos por una”. Sin mapa alguno delante. Digo yo que hubiera sido mejor acudir a lo que
dicen las palabras y explicarnos, de camino, que “península” viene de “paene” = “casi” y de “insula” =
“isla” (“casi una isla”). Y, ya puestos, hubiésemos podido entender qué era eso de la “penúltima”
(“casi la última”); o “penumbra” (“casi sombra”).
Alipio, una cosa es “paene” y otra algo distinta, “penis” = “pene”. De ahí, “peniculus”,
“penicillus” = “pincel”, “penicilina”. Decía Cicerón que “los antiguos llamaban a la cola (“cauda”) de
los animales “penis”: de donde deriva, por semejanza, la palabra “pincel”; pero – añadía – hoy se
considera una palabra obscena”. ¿Ves tú? Me viene con esto a la memoria aquel personaje de
Plauto, en los “Los Menecmos”, al que los jóvenes llamaban Peniculus, es decir, “Cepillo, “porque –
decía – cuando como, dejo limpia (“detergeo”) la mesa.
No te confundas con el inglés “pen”. Este “pen” viene de penna-ae = “lo que sirve para volar”,
“ala”, “pluma” (la que cubre el cuello y las alas de los pájaros). Hay muchos pájaros revoleteando que
“a-garran” cuanto se les pone a tiro y se lo llevan “per auras” a sitios lejanos, aislados paraísos que ni
tú ni yo veremos nunca. Ni falta que hace. Allí descargan su preciada carga en opacas cuevas que
llaman de Allí Baybá. Pero, más de una vez, estos pennados seres pierden el norte, caen del cielo al
cieno, y ¿lamentan? luego su suerte, enjaulados por un rato, cautivos de su avidez sin medida;
pero en jaulas de oro y con puertas sin llave.
Este “cautivos” viene a recordarme el verbo “capio”, el de la conjugación mixta aquella
que así, en seco, no lograba yo entender. Si nos hubieran dicho que “cápere” daba en español
“tomar”, “coger”, “caber”, tal vez lo hubiésemos sentido más “capaces” de “captar” lo que se
nos explicaba. No “percibíamos” en ese verbo (“capio”) nada que no “cautivara”. Pobres
“mentecatos” (“mente capti”), habíamos de caminar, “demisso capite” (“con la cabeza gacha”),
por aquel corredor sin retorno que nos llevaba al castigo inexorable. Que nos avergonzaba.
Hay gente que no se avergüenza de nada, amigo mío. Juan Marsé y Serrat acaban de decir
que “tenemos políticos sinvergüenzas”. ¿Será verdad? No estudiamos latín, Alipio; no sabemos que
“vereor,” significa “tener un temor religioso o respetuoso por”, “tener escrúpulos”. Quizá por
eso, por no estudiar lo que hay que estudiar, escasee la “verecundia” (la “vergüenza” de hoy;
“vergonya” en catalán. El hábito no hace al monje, amigo. Hay por estos mundos de Dios
“reverendos” de nombre que no merecen “reverencia” alguna. Una pena.
Tu amigo José.
La entrada Nueva carta a Alipio aparece primero en
Socio Politica .com.