Cada uno manifiesta su descontento por la situación desastrosa, económica y de todo tipo, que atraviesa el pais: unos pidiendo la independencia de una Nación a la que pertenecen desde que esta se fundó como tal, creyendo que, por influencia de una clase política fantoche, poniendo fronteras, su región se va a convertir en un nuevo El Dorado; y otros tomando la zona del Congreso y alrededores, la estación de Atocha incluida, creyendo erróneamente que sus representantes, elegidos democráticamente, tienen la culpa de todos sus males.
Estos sucesos, ocurridos en Barcelona y Madrid, han tenido una repercusión notable, sobre todo mediática. En concreto, las manifestaciones de Madrid, algaradas para cierta prensa, han sido vistas de muy diversa manera y nunca con objetividad, dependiendo de la ideología de la empresa para la que trabajen. Se ha dado el caso de que en el caos reinante han pagado justos por pecadores, dejando sentado que aquí no se aprecia culpabilidad por ningún lado: así podemos contemplar al periodista Miguel A. Aguilar, a tortas con miembros del 25-S ya que este fue confundido, cuando salía del Congreso, con políticos y le espetaron: - ¡Fuera, fuera! ¡Vosotros vivís bien! ¡A la cárcel, traidores! ¡No tenéis vergüenza! - ¡No te rías! ¡Encima no te rías! - ¿Cuándo me he reído, usted es gilipollas? - ¡¿Qué pasa?! ¿Me va a pegar? - Tu padre… - ¡Así te zumbe la ETA, cabrón, hijo de puta!