Nunca hemos sido partidarios de que se recurra a la divinidad ni a los santos para que nos arreglen los problemas. Dios hace el mundo y a continuación nos responsabiliza de la administración de los recursos que pone a nuestra disposición de una manera generosa, no solo al menos bruto de todos los animales, que es el hombre, sino a todos los demás: desde la humilde ameba hasta el orgulloso bípedo implume que se cree señor de la creación. Además esta nuestra postura ya la refuerzan los Evangelios prohibiendo que se pronuncie el nombre de Dios en vano, algo que Rajoy se ha saltado a la torera en innumerables ocasiones.
Es muy dado el presidente actual, si pueden visionar el vídeo lo comprobarán, a nombrarlo a cada momento y quizá por ello haya sido castigado a convertirse en un gran pedigüeño, algo muy loable por otra parte ya que se comporta como un padre amantísimo de los suyos. En los últimos meses –ahora menos- el nombre de Dios no se le caía de la boca:
-Habrá un gobierno “como Dios manda” -Anuncia ‘una política económica como Dios manda’ -“Un señor como Dios manda”, le llaman algunos
con los resultados de todos conocidos. Pero ahora se ha producido un salto cualitativo: ha delegado en una ministra, Fátima Báñez, con nombre de una acreditada virgen milagrosa, la búsqueda de otras intercesiones celestiales, que no podían ser otras que la Señora de las Marismas, la Blanca Paloma, la Virgen del Rocío, al ser Fátima una hija del lugar.
Al haber declarado el Gobierno el Año Santo Jubilar Mariano, concedido por el Papa Benedicto XVI a la aldea de El Rocío, en Almonte (Huelva), como Acontecimiento de Excepcional Interés Público, Fátima Báñez