Donde quiera que haya un ser humano existe la trampa: de ello es una muestra el comportamiento de los ciudadanos más representativos, los políticos, que, desde que se levantan hasta que se acuestan, están trampeando con ejercicios de cinismo que insultan a la inteligencia. Están los de la oposición tan ávidos de poder como los vampiros de sangre, avidez que pasarán a los que ahora gobiernan. Por todo ello, y ante la corrupción incesante y el comportamiento de sus representantes, cada vez se oye más la expresión: “Todos, todos son iguales”
¿Podemos trasladar la condición de “tramposos” a los deportistas? Seguro. No hay más que ver la vigilancia a que son sometidos los ciclistas por su proclividad a tomar drogas u otros sistemas para aumentar el rendimiento o cómo los futbolistas intentan engañar a los árbitros a cada momento mediante la simulación de faltas o retorciéndose de dolor, dando innumerables vueltas sobre el césped , cuando apenas han sido rozados por el contario.
O en acciones que van contra la esencia del fútbol que se practica con los pies: el uso de las manos, y para ello recordamos la más famosa hasta el momento: la de Maradona que ha sido relegada a un segundo plano por la de Henry.
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