
La actual vicepresidenta del Congreso, Celia Villalobos, es una muestra palmaria de que cualquiera, desde el seno de un partido político fuerte, puede llegar a lo más alto. En la entrevista que le hace en la Sexta la incisiva Ana Pastor, esta no puede sacarle nada valioso pero si aprovechó para “dar toda una lección de superficialidad, de soberbia y de desprecio por parte de la política”, diciendo banalidades cuando se refería a la política de Montoro, a su pintoresca persona (“Todo el mundo aplaude mis piruetas y yo solo curo mis agujetas”), a que la bajada generalizada de salarios es “solidaridad entre los trabajadores para mantener el empleo”, a que ha hecho mucho por Cáritas y la Cruz Rojoa, o refiriéndose a su marido Arriola (que aparece en los papeles de Bárcenas), afirmando que no se ha llevado ni un duro de nadie ni menos en B. Todo un insulto, una burla y un ejemplo de sinvergonzonería política sus palabras para la inteligencia del sufrido españolito, tan empobrecido, que observa con asombro e impotencia la hipocresía que emanan estos gobernantes. Los telediarios de hoy son la muestra. Y cuidado, que el salvapatrias de Aznar se ofreció ayer a la Nación para acudir en su ayuda…, cuando todos sabemos que en aquellos sus polvos se gestaron estos lodos.
Lo anterior es una glosa de La política se desmorona de Pérez de Albéniz, que enriquece con su verbo la descripción de la diputada (“el flequillo que le colgaba, como una mustia cola de asno, por el lado derecho de la cara”):
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La insoportable levedad de la Villalobos