
Pobrecitos los titiriteros, los de la ceja, los faranduleros, los cómicos de la legua que tenían que acampar justo a esa distancia de las poblaciones para no contaminarlas con su depravada vida y a los que la Iglesia, fiel custodia de la virtud de los demás, prohibía enterrar en sagrado, seguramente para que sus cuerpos réprobos no se mezclaran con el de los demás cristianos, en el día en que se premian sus mejores obras cinematográficas, justo ese día, le llueven las críticas de los herederos de los antiguos inquisidores aunque estos no tienen la facultad de eliminarlos físicamente por medio del fuego o de lóbregas mazmorras sino a través de su afiladas lenguas. Y les pongo algunos ejemplos procedentes de Libertad Digital, en donde Santiago Navajas afirma:
“La izquierda (garbancera y caviar) en los Goya” “El mundillo artístico español, sobre todo el cinematográfico, vive instalado confortablemente en la cultura de la queja y la victimización como trampa y chantaje para obtener del Estado lo que no es capaz de sacarle al Mercado. Cada año se perpetra, con ocasión de los Premios Goya, la misma ceremonia de las plañideras autocomplacientes, en la que brillan por su ausencia, salvo fogonazos, tanto el duende poético como la técnica artesanal, los dos cimientos de un arte verdadero” y en un Editorial bastante cavernícola:
“El mundillo del cine apoltronado ha vuelto a infligirnos una gala de los Goya patética, insufrible, de auténtica vergüenza ajena. Sólo ha dejado de ser tediosa para convertirse en abominable cuando ha devenido bochornoso aquelarre político, de una demagogia especialmente repugnante por venir de sujetos que con escandalosa frecuencia viven muy por encima de sus posibilidades y capacidades gracias al dinero del sufrido e ignorado contribuyente, pagano involuntario de sus desbarres.
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