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Julio Cebrián ha muerto . Ha sido una figura puntera en el humorismo español. Más próximo a las inquietudes pictóricas que a las que consideramos propias del monigotero, y con una preparación intelectual exquisita, fue empujado por las circunstancias a ejercer este noble oficio a la espera de su reconocimiento como artista plástico. Le ayudó a ello Antonio Mingote con su singular empresa de crear aquel semanario llamado Don José, que auspició en los 50 el diario tangerino España, una alternativa a los criterios gráficos con los que desenvolvía en esos momentos Álvaro de Laiglesia tras convertirse en el director de La Codorniz.
Lejos de castigar a sus rivales por su osadía, cuando aquella aventura llegó a su fin, De Laigleisa los incorporó a casi todos en “La revista más audaz para el lector más inteligente”, según definición de su cosecha. Y ahí fue donde, tanto con sus portadas como con sus chistes y caricaturas, Cebrián alcanzó un gran reconocimiento, pese a valerse de un estilo que dialogaba de tú a tú con las vanguardias sin la menor concesión al lector. Y en aquellas páginas fue donde también pudimos apreciar su sensibilidad como crítico de arte en la sección Plásticos y plastas que firmaba con su segundo apellido. Una fama que cimentaron también sus colaboraciones en el vespertino diario Pueblo y que refrendó el Premio Paleta Agromán en 1968.
Tras su paso en los 70 por revistas hoy míticas, como Por Favor y su hermana Muchas Gracias, en los 80 le brindamos las páginas de la revista Madriz para que, más libérrimo que nunca, colaborase en aquel proyecto que fue plataforma de nuevas sensibilidades. Pensábamos, y creo que pensábamos acertadamente, que figuras como la suya o la de OPS, ambos también pintores, y partícipes en la empresa, seguían impartiendo con su quehacer toda una lección de innovación visual y narrativa para los más jóvenes, lo que nos llevaba, por ejemplo, a permanecer atentos a sus colaboraciones para Diario 16 o Interviú (él fue pieza capital igualmente de ¡A las barricadas! que auspició el grupo empresarial de este último semanario).
Finalmente recaló en el periódico El Mundo, donde cualquier espacio, por pequeño que fuera, le servía para seguir siendo pasmo de un ojo avezado y educado en los territorios del Gran Arte, y hacer bueno lo que un día dijese Mingote : “De todos los humoristas que soñamos con ser pintores, el mejor de nosotros ha sido y sigue siendo Julio”
Leído en el diario El Mundo.
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