“Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada”
Sirva este terceto final del soneto cervantino para poner fin a la aventura delincontinente verbal dueño del asador marbellí: al final, nada: las leyes, mal que nos pese a veces, hay que cumplirlas.
Y es que en Marbella pasan cada cosas… Pasó el gilismo, estamos en lo dellatrocinio del caso Malaya y ahora ha acudido presto a reforzar esa imagen , que se está recomponiendo, de Marbella como una ciudad sin ley que acabó dando cobijo a la caterva de sirvengüenzas que arrastraron su nombre por el fango al tiempo que se llenaban los bolsillos, el propietario del asador Guadalmina, el último exponente de la zaga lamentable de personajes que tienen en la grosería y la patología antisocial sus señas de identidad , que ha elegido su oposición a la ley antitabaco como plataforma para promocionar su restaurante y exhibir su intolerancia.
Este individuo algo botarate pretende camuflar su insumisión a las leyes con una soflama publicitaria en contra del gobierno, se ha expresado de esta forma:
”Yo
voy a defender mi negocio a muerte y moriré matando. Estoy en el uso de
mis derechos como ciudadano, de mis derechos constitucionales y no voy a
aceptar este atropello por parte de este gobierno dictatorial, marxista y terrorista (…)
Hasta ahora he intentado guardar las formas, pero estoy empezando a
perderlas; o sea, que tengan cuidado porque, igual que ellos están
intentando amedrentar, que tengan cuidado porque tengo unos cojones más grandes que los de ellos. Fui amenazado por la ETA y estos mierdas, estos socialistas asquerosos que tenemos en este país, que nos han arruinado a todos los españoles, no les tengo ningún miedo. Les espero aquí”.