Ustedes seguramente me disculparán que para la celebración del triunfo de España en el Campeonato del Mundo de Fútbol por primera vez en su historia recurra al vídeo que reproduce el gol de Iniesta, la guinda que va encima del pastel. Y lo ha marcado un superclase de origen manchego, alguien que siguiendo la senda de la humildad lo ha conseguido. Alguien que no ha tenido que venir de allende las fronteras, de esos que han contribuido a dejar nuestras arcas exhaustas de euros.
La otra imagen es la del capitán del equipo, Casillas, besando a su novia, Sara Carbonero. Ambos han tenido que sufrir lo suyo, incluso la periodista el asedio, digno de mejor causa, de parte del presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Sr Urbaneja, que ahora naturalmente recogerá velas. Casilla, además, por haber sido uno de los héroes de la final, él que fue tan discutido por los enterados de turno, al habernos ofrecido un par de sus acostumbrados milagros. Debido a ello y al haberse liberado de la enorme tensión de los últimos meses, es el que más ha llorado.
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