El Tribunal Supremo envía al juez Calamita a las millonarias listas del paro

Este cabr.... se lo merece, pero por tonto. Hay formas de hacer las cosas. Los jueces tras muchísimos años de oposición (de 4 a 6 de media) alcanzada su absurda meta de afortunados opositores, creen que son la referencia del resto de mortales, que tener la posibilidad de decicir los que es justo o injusto le acerca a creador, con similares potestades, mirando a los justicibles como meros partícipes y admiradores (cuando no sufridores) de su indiscutible, para ellos, sabiduría y equidad.
Contando las honrosas excepciones, que dignifican su profesión y labor, harto estoy de aguantar a auténticos ineptos, que por presidir un Juzgado se sienten capaces, sin razonamiento alguno, por mera intuición, de decidir el futuro de una perosna.

No escribo estas líneas tras un fracaso profesional, todo lo contrario, con el paso del tiempo (ya 14 años de ejercicio) mayores y más numerosos son mis logros profesionales. Pero compruebo que con mis éxitos, consiguiendo la absolución de un culpable o con una pena inferior a la merecida, genero sufrimiento en otras personas. Tras estos lustros de batalla continua uno se pregunta, ya con hijos, si querría que sus descendientes ejercieran "tan digna profesión". Para mí la respuesta es indiscutible, NO!. Quiero que mis niñas sean felices; que nunca se tengan que sentir orgullosas por la aboslución de un asesino, narcotraficante o agresor sexual; que no se les petrifique el corazón, que sientan, que sufran y que disfruten de cada momento, pero sin que su futuro dependa de la libertad de un delicuente.
Son más de 1.500 los asuntos que he defendido; por los que luchado sin importarme la calaña de "presunto" delicuente. Puedo sentirme orgulloso, profesionalmente, por los buenos resultados obtenidos, pero en modo alguno quiero que el resto de mis días sea así.
Seguiré defendiendo a los presuntos, pero únicamente cuando crea en su inocencia, harto estoy de representar a culpables por dinero, harto estoy de sufrir delitos ajenos como propios; no soy ladrón, ni maltratador menos aún narcotraficante, pero por desgracia o fortuna soy acompañante sonriente y habitual de esta "gente".
Este Juez es uno de esos tontos que, subidos a un pedestal ignoran la realidad social, que su verdad es la única verdad.
Desgraciadamente no estamos ante un caso aislado, son muchos, por no decir demasiados, los que en el estrado pierden su condición humana pretendiendo alcanzar la divina.

Un fuerte abrazo.

José