Hace unos once meses el diario Sport nos ilustraba con las cantidades que elfichaje de Mourinho iba a suponer para las arcas madridistas y las desglosaba de la siguiente manera:
- Sueldo de Mourinho: 80 millones brutos por cuatro temporadas
- Emolumentos de sus ayudantes: 20 millones en el mismo periodo
- La cláusula a pagar al Inter: 8 millones de euros
- Finiquito de Pellegrini y cuerpo técnico: 8 para el chileno y 4 para sus ayudantes
O sea, unos 120 millones de euros del ala.
Hasta el día de hoy, once meses después, el sueldo y los sueños de Mourinhocaminan en direcciones diametralmente opuestas o, en todo caso, los sueños han sido sustituidos por confabulaciones contra
su persona y el club que lo tiene contratado: el único resultado en el
primer año, con la estratosférica plantilla de que dispone, ha sido la Copa del Rey ganada in extremis aunque meritoriamente en Mestalla y gracias a que Pedrito estaba en fuera de juego por unos centímetros, los que le faltaron a Pepe para impactar en la tibia del muy buen jugador y peor actor Alves. La Liga la ha perdido de una manera muy justa y la Champion , casi, a no ser que en el Camp Nou salga la casta que se les supone a los millonarios del club blanco con cuyo fichaje el presidente Florentino ha dejado exhaustas sus arcas. A no se que el dinero lo haya puesto de su bolsillo tan rico personaje.
Sobre Mourinho reflexiona hoy en El País Jhon Carlin Ser o no ser, esa es la cuestión , de lo que destaco algunos párrafos aunque ustedes lo pueden leer en su totalidad:
“…
Hablamos de las declaraciones de Mourinho después de que sus planes
para un empate a cero contra el Barça se torcieran y su equipo perdiese
por 0-2. El contexto fue una rueda de prensa, pero, salvo el sector Torrente de la afición madridista,
cualquier observador medianamente lúcido habría entendido que esa no
fue la denominación indicada para describir semejante coloquio. Se
trataba de una intensísima sesión de psicoterapia que debería haber
permanecido en privado, entre paciente y médico, pero fue transmitida en
directo a millones de personas en todo el mundo.
Eso sí, fue un espectáculo magnífico, aterrador, digno de una obra de Sófocles o de Shakespeare o de una novela de Dostoievski en
la que el héroe, en un éxtasis de agonía existencial, clama contra el
universo. El “¿por qué?” mourinhiano pasará a la leyenda junto a los
gritos impotentes de Edipo, el rey Lear o Iván Karamazov ante la ciega
injusticia celestial.”