
Poco a poco Málaga, la antigua ciudad de las mil tabernas y una sola librería, se va convirtiendo también en una ciudad selecta para
las mayorías porque siempre hubo unas minorías muy cualificadas en el
mundo del arte, de la pintura y literatura sobre todo, lo que unido al paradisíaco clima que la envuelve, hizo que Vicente Aleixandre la bautizara como la Ciudad del Paraíso.
El nuevo hito es la inauguración de un nuevo museo pictórico, el Museo Carmen Thyssen-Bornemisza, gracias a que Carmen Cervera y
todo el universo artístico del barón alemán del que quedó impregnada,
se fijó en Málaga con la inestimable colaboración del alcalde Paco de la Torre, sumido lógicamente en estos días en una avalancha de inauguraciones antes de las elecciones de mayo y una de ellas ha sido el enorme pelotazo que el acto ha supuesto en todos los sentidos.
Los millones de turistas que cada año recalan en la Costa del Sol entre los que destacan los miles de cruceristas ya tienen motivos sobrados para permanecer unas horas más en Málaga dejando para otra ocasión las preceptivas visitas a la Alhambra y al Tajo del Ronda , ya tienen un motivo sublime más para estar más tiempo con nosotros y de paso sufrir el síndrome de Stendhal, esa enfermedad psicosomática que eleva el ritmo cardíaco y produce vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando presencien las bellísimas obras de arte que en número de 230 doña Carmen Cervera ha preparado para el nuevo Museo.
De la reseña que ha hecho P.Bujalance de las obras expuestas nos quedamos con los paisajes malagueños de La Cueva del Gato de Barrón y Carrillo (1860) yLa fuente de Reding de Guillermo Gómez Gil (1880-1885), y la inspiración cordobesa , “La Buenaventura” de Julio Romero de Torres,” repleta de esencias femeninas.
Otras piezas maestras que nadie debería perderse son la Corrida de toros en Eibar (1899) de Zuloaga y el Garrochista (1914) en el que Sorolla se muestra impresionista.