Antes de nada, y aprovechando que el blog no tiene ni la más remota posibilidad de ser leído ni por el rey ni por su corte, he de decir que la operación
a que ha sido sometido, y sobre la que corren abundantes rumores con o
sin fundamento, le ha echado a nuestro entusiasta y campechano monarca unos cuantos años encima: lo he visto francamente deteriorado: ya no parece aquel admirable y saludable regateador o esquiador o motero que fue. Y no es por la edad: los hay más viejos y con un aspecto más lozano.
Ni vi ni escuché el discurso del rey –cuesta trabajo no ponerlo con
mayúsculas, a dónde vamos a llegar, Señor, o ¿también a este Señor con
que nos referimos a Dios tenemos que ponerlo con minúscula? - porque en
la mesa en que me senté para la celebración familiar del nacimiento del
Niño Jesús y en la que no se notaba para nada la crisis dada la
abundancia de viandas y de exquisitos caldos me tocó en la fila que daba la espalda al sacrosanto televisor. Tampoco los que sí se sentaban frente al odioso en ocasiones artefacto hicieron ni una sola referencia al discurso de su majestad -¿ o es Su Majestad? -estos académicos de la Lengua
la han liado parda con la reciente reforma de la ortografía: toda la
vida procurando poner las tildes y la tildes diacríticas en su sitio y
ahora tenemos que empezar de nuevo aunque esto le va a venir bien,
supongo, y para subir nota a los afectados por el Pisa.
Se hablaba entre otras cosas de que la crisis no
había afectado a todo el mundo por igual y se narraron casos concretos
de gente que desembolsaba alegremente millones de euros para adquirir
mansiones sin referirse a los millonarios futbolistas que estos sí
sabemos que los apalean por su virtuosismo en el manejo de la pelota
hasta que giramos en un momento dado la cabeza y vimos en la pantalla,
en una especie de viaje a través del túnel del tiempo, al gritón e
incombustible Raphael, acompañado, eso si, de artistas del momento que
nos devolvieron a la realidad.
Tag: política
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