No se puede negar que Camps es persona de gustos exquisitos: ayer hizo lo que la mayoría de los mortales no tendrá ocasión de hacer en su vida, pilotar un Ferrari California, acompañado de ilustres políticos, empresarios y deportistas como Fernando Alonso, el presidente de Ferrari, Luca Cordero di Montezemolo , el piloto Felipe Massa y Rita Barberá, diremos que en olor de multitudes a las que saludaba de una manera principesca. Estaba entre los suyos, estaba con el convencimiento de que es un político muy querido, de que las insidias que los socialistas han vertido sobre su persona no han calado en la gente que sabe, al igual que él, que provienen de una gentuza que si le valiera no dudarían en darle el “paseíllo” una madrugada, siendo el final del trayecto cualquier cuneta de su querida comunidad autónoma con su persona decúbito prono.
Pero la realidad ha sido más amable con él y en vez de ir en una desvencijada camioneta ha hecho el trayecto de día, bañado con la luz de Levante que tan bien captó Sorolla, y a bordo de un vehículo “ostentóreo”, con un Cavallino Rampante por bandera, el caballo negro encabritado que la fantasía italiana ha adoptado y acompañado de la fiel Rita Barberá, aquella tan bien considerada por Fraga, que no puede decir lo mismo de él.
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