Ese es el lema que Alfredo Di Stefano, la Saeta Rubia, colocó debajo del balón, de la pelota, en el monumento que en su casa de Madrid erigió al objeto que le había llevado a la gloria, al reconocimiento universal como mejor futbolista del planeta, algo que algunos le han discutido al ser sus preferencias otros como Pelé, Cruyff, Maradona, o en esto tiempos Messi. Esta misma pregunta se la hace hoy en El País Javier Marías, el extraordinario escritor, académico de la RAE e ilustre madridista. Y... Continuar leyendo