En España, donde el tratamiento del humor ha alcanzado cotas sublimes desde tiempo inmemorial –léase de nuevo a Quevedo o a Cervantes, sin ir más lejos- últimamente está por los suelos y los humoristas profesionales han sido sustituidos por otros que, sin poseer el carné de tales, consiguen parecidos propósitos sin proponérselo, aunque el humor que les salga a veces sea bobo, o irónico, o dañino, o sarcástico en ocasiones porque juega con la inocencia o la indefensión del pueblo. Un humor ante... Continuar leyendo