Viene
precedido de frases tales como:
“La hipocresía del fútbol.
Gente que viene
hacia mí, me da una palmadita en la espalda, me sonríe
y me dice: “Eres el mejor, eres un grande, sigue así”. Después, en
cuanto pueden, me atacan” Una mezcla de ego y paranoia.
Lo vimos en el Nou Camp cuando salió al centro del
ruedo a saludar con una pizca de insolencia, lo que motivó que un
jugador del Barça le propinase una colleja.
“Me piden, incluso, un autógrafo,
una foto con ellos y después cambian de golpe. A mí no me gusta todo
esto. Lo hacen, incluso, algunos entrenadores”. Lo dicho, otra vez su
ego mezclado con la traición.
Y llega a Madrid con el
deseo claro de entrenar al Madrid y con el hacha de
guerra levantada: quiere tratar directamente con el empresario
multimillonario, presidente del Club, Florentino Pérez
-le sobra el dinero pero anda “lampando” por títulos-, saltándose al
actual director general Jorge Valdano que además no es
partidario de que rescindan el contrato al caballeroso Pellegrini,
al que avala.
Mourinho tiene unas características
personales opuestas a las del técnico chileno: es provocador y no hace
ascos a los enfrentamientos ni a la polémica. Es más, parece que se
encuentra en ellos en su elemento, lo que no sabemos es si cuadrará en
un club tan señorial como el Madrid, el mejor club de futbol del siglo
XX, aunque en los últimos años haya sido tomado al asalto por algunos
presidentes mercenarios que se han lucrado con su nombre y con su marca
en sus negocios, muy lejos de aquel sobrio Don Santiago
Bernabeu que tenía una barquita en Santa Pola.
Llega a Madrid de una manera que
sorprende al profano: pidiendo al presidente
- al fabuloso Drogba,
delantero centro, del Chelsea
Tag: sociedad
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