Hemos puesto las fotos de cuatro andaluces universales, y no hemos colgado la del quinto de que hablamos para no mezclar las bellas artes con la política, aunque digan que esta última es un arte referente al gobierno de los Estados, pero no es lo mismo al estar muchas veces contaminada por las debilidades de los profesionales de la misma.
Lo decimos porque, de vez en cuando, el hablante andaluz es mirado por encima del hombro por algunos de los que tienen otros acentos y entonaciones, casi siempre por la supresión de las eses finales, o la práctica del ceceo, seseo, etc., y otros fenómenos que se dan en el andaluz, que no es un dialecto, sino una modalidad del español, como puede ser el canario o el panocho.
Lo decimos porque a nosotros nos ha dado gloria, nos ha “prevelicado” escuchar esta mañana a Soraya Sáenz de Santa María,- no sabemos si familiar de aquel bragado general de brigada, que se distinguió para bien en la Transición e incluso en la lucha antiterrorista, sobre la que tenía alguna particular visión, creemos recordar,-oirla con ese acento limpio, prístino, de Valladolid, y que nosotros no podremos nunca alcanzar, ni falta que nos hace, lo que no es óbice para que lo admiremos.
Pero en muchas provincias castellanas, en todos los estratos de la sociedad, se habla un español sonrojante, e incluso cometiendo vicios sintácticos (los laísmos y los “me cai Azná muy mal” madrileños…) mucho peores que las particularidades fonéticas del andaluz, que por otra parte, cuando lo ponemos por escrito desaparecen. No se dan cuenta algunos castellanos que decidieron venir a vivir con nosotros por las bondades del clima o por cualquier otra razón- aquí se podrían incluir los vascos adinerados que huyen del impuesto revolucionario, aunque estos no se andan con gaitas lingüísticas-, que conservan para siempre el pelo de la dehesa de sus imperfectas hablas a pesar de lo cual se atreven a imitarnos con chanza, lo que obliga a decirles que se vayan a sus esteparias y mesetarias tierras a hablar con todas las eses que quieran pero que nos dejen en paz.
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