Ya está en la calle Jesús María Zabarte Arregi, «Carnicero de Mondragón»,
gracias a la liquidación de la «doctrina Parot», y a pesar de que no se
haya arrepentido de ninguno de sus veinte asesinatos, entre los que
destacan por su especial crueldad y cobardía el cometido cuando, después
de haber asesinado a tres policías, interceptó la ambulancia donde iba
otro policía herido y rematarlo o cuando en otra de sus «ekintzas»
disparó en la nuca y a bocajarro a un policía que, tras bajar del tren,
se dirigía, desarmado, a su casa, en Andoain. Malherido, el agente se
arrastró e intentó, a la desesperada, refugiarse bajo unos matorrales.
Zabarte, tras asegurarse de que no había nadie en el apeadero a esas
horas de la noche, le cogió de los pelos, lo sacó fuera para rematarlo a
sangre fría.
Cobardía también puesta de
manifiesto cuando, siendo jefe del comando Donosti, estuvo cercado por
la guardia civil y ordenó a sus dos pistoleros que no se rindiesen.
Estos acabaron muertos en el tiroteo y él fue encontrado sollozando,
escondido en un armario…
No se ha arrepentido de nada y ayer mismo dijo a El Mundo en una entrevista:
“Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento.”
Como era de esperar el gobierno
de Mariano, a través de sus fiscales, no ha hecho nada -el pueblo parece
haberse acostumbrado a esa especie de laissez faire, laissez passer
tan preocupante- ante este flagrante enaltecimiento o apología del
terrorismo -que no asesina sino que ejecuta- O esta frase enigmática que
dicen ha pronunciado Fernández, su ministro del Interior:
“Sucederá que psicópatas querrán imponer su relato”
Por lo pronto ya están incrustados en las instituciones. Dirán que los mil asesinatos mal contado sí le ha servido de algo…
Si quieren saber algo más de los crímenes de este valiente gudari pueden leer en
El Mundo, 201014:
“Zabarte dice que él no ha
matado a ningún niño. La Justicia dice que sí. Él dice que sólo recuerda
ir como testigo al juicio por la muerte de José María Piris, de 11
años, y las lesiones graves a su amigo Fernando, de 11. Y la Justicia
dice que es cierto que fue de testigo por esos hechos en 1988, pero que
dos años antes, el 30 de abril de 1986, se había sentado en el banquillo
por el atentado y la Audiencia Nacional le condenó a 30 años como
«autor».
La memoria de Zabarte se aferra a que él no puso materialmente la bomba,
destinada a un guardia civil pero que se desprendió del vehículo y
estalló cuando José María y su amigo Fernando la patearon mientras
jugaban. El tribunal le condenó por su participación «directa, material y
voluntaria» en el atentado.
Fue él quien captó a los dos miembros del comando ‘Iharri’ que pusieron
el explosivo. «Indujo a la comisión del atentado, planeó y aportó los
datos para que se pudiera llevar a cabo».
En el resto de condenas de Zabarte ya no hay niños como víctimas, y es
probable que haya preferido olvidarlas. Pero son muchas para recordar:
hay otras 18 condenas de la Audiencia Nacional, que suman 618 años y 12
días de prisión.
En su historial de 17 asesinatos resalta el atentado cometido en
septiembre de 1982 en Oyarzun que acabó con la vida de cuatro policías.
Su comando tendió una emboscada a los agentes en una curva pronunciada
que les obligó a ralentizar la marcha. Fueron ametrallados. Tres
murieron en el lugar, pero un cuarto logró arrastrarse malherido y
obtener ayuda de un automovilista que le subió a su furgoneta para
llevarlo al hospital. Los etarras pararon el vehículo y le remataron con
un tiro en la cabeza.
La última condena le llegó a Zabarte en 1994 por el asesinato de José
Artero, según ETA, confidente de la Policía. Fue en Escoriaza, en 1980.
Otros dispararon, pero fue Zabarte quien lo hizo posible”
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